24 de octubre de 2014 | By: Leonardo García.

Gelindo Casasola

“Tal un paisaje vespertino.
Son los paisajes más hermosos.
Así me retiro de la comedia”.


Gelindo Casasola
(1956 - 1980)




El Honguero Apasionado



Luz en las hojas



La sombra de los mangos me hiere los ojos
mientras paseo por las blancas alamedas.
El verde crepuscular de la hierba
Bellísimo
bajo las verdes palmas.
La luz en las hojas.
El prado malgastado sueña.
Los ladrillos, los ladrillos purpúreamente rojos
donde no había flores.
El cielo era un atardecer infinito
y el viento mecía las cosas.




***


Bajaba iluminado por los techos de
naranjas

como un apasionado guerrero.
Y las mariposas tan púrpuras
tan púrpuras volándose
suaves: era amarguísimo
y el prado de los rayos del
cielo era dorado dorado
como campánula

y dormía con los sones de tales
campanas tañendo intensamente
al alba.




***



Al sol de las crisálidas tan doradas
vuelo

y el cielo son alas transparentes
y el hielo son frías aguas
cantarinas
¡Ah! tal las cascadas
tal las cascadas de plata cayendo
en las piedras

Silenciosamente desciendo por los
rombos de tantos tambores
a los campos del
viento.
20 de octubre de 2014 | By: Leonardo García.

Rafael Cadenas

“Infeliz bajo la tiranía, infeliz bajo la república,
en una suspirábamos por la libertad,
 en otra por el fin de la corrupción”.


Czesław Miłosz


Extraído del portal Web:
http://elpais.com/elpais/portada_america.html

Escrito por:
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
Madrid 17 OCT 2014 - 21:23 CEST


Rafael Cadenas
(Venezuela, 1930)

ALVARO GARCÍA / El País.


Si hay un poeta vivo perseguido por uno de sus poemas, ese es Rafael Cadenas. El poema se llama “Derrota”, un hito de la literatura latinoamericana, y el poeta venezolano lo escribió con 32 años. Ahora tiene 84 y sonríe tímidamente cuando se le pregunta si está cansado de aquella letanía que parece perseguirle, que arranca “Yo que no he tenido nunca un oficio / que ante todo competidor me he sentido débil / que perdí los mejores títulos para la vida / que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)...” y que sigue retratando en primera persona a alguien que creía que su padre era eterno, que fue “humillado por profesores de literatura” y “abandonado por muchas personas porque casi no hablo” o que tiene “vergüenza por actos que no he cometido”.

Cadenas, un tímido más sigiloso que silencioso, toma el libro que el periodista ha puesto en la mesa, sobrevuela los versos como si fueran de otro y concluye: “Cansado no estoy, pero ese poema hoy no me refleja. Lo escribí en medio de una crisis personal... bueno, una depresión. Si gustó tanto fue porque coincidió con la situación política de los años 60 y la consolidación de la democracia en Venezuela con Rómulo Betancourt”.

Premio Nacional en su país en 1985 y Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en Guadalajara (México) —el antiguo Juan Rulfo— en 2009, Rafael Cadenas está en Madrid para leer hoy sus versos en el festival de poesía Poemad y para participar el martes en un coloquio sobre su obra en la Casa de América. No le importa viajar —vive en El Hatillo, en el área metropolitana de Caracas— pero le gustan poco las entrevistas. “No tiene nada que ver con los periodistas”, aclara. “Es que no me acostumbro al aparato”, dice señalando la grabadora encendida. “Mejor charlamos, usted toma nota y luego mejora lo que le yo diga”. En breve, de hecho, publicará un libro de entrevistas —“pero la mayoría las respondí por escrito”— al tiempo que ultima un nuevo libro En torno a Basho y otros asuntos. Lo publicará Pre-Textos, el sello que editó en España en 2007 las más de 700 páginas de su Obra entera (antes publicada por Fondo de Cultura Económica en México) y que hace dos años hizo lo propio con Sobre abierto, su último título hasta la fecha.

“No desdeñes nada. / La rana le dio a Basho / su mejor poema”, se lee en aquel libro. El nuevo, dice Cadenas, sigue por ese camino: reflexiones sobre el maestro japonés del haiku y, como reza el título, “otros asuntos”. ¿Cuáles? “Veremos qué sale. Sobre abierto está muy pegado a la vida cotidiana, pero hay un lado mío muy cercano al pensamiento. Como decía Antonio Machado, los grandes poetas son metafísicos fracasados y los grandes filósofos, poetas que creen en la realidad de sus poemas”.

Rafael Cadenas es autor de clásicos como Los cuadernos del destierro (1960) y Falsas maniobras (1966), el libro que incluye “Derrota”-. Les siguieron Intemperie, Memorial (ambos de 1977), Amante (1983) y Gestiones (1992). “Ya sé que ese título parece de libro de administración”, explica el poeta, “pero hablaba de otras gestiones, psíquicas”. Y añade: “Uno no sabe por qué escribe lo que escribe, yo no sé qué ha sido para mí lo que la rana fue para Basho, lo que sé es que he ido perdiendo ¿cómo llamarlo? ¿Exuberancia?. Bastante misterio hay en la vida cotidiana”. Lento y lacónico, con maneras de sabio —equilibrista de llamó a sí mismo en un poema—, Cadenas mide cada palabra y usa los hombros y las cejas para acompañar sus respuestas. Tal vez por eso —“para no ser pretencioso”— prefiere decir misterio que trascendencia, pensamiento que filosofía y dichos que aforismos.

Dichos se llama, precisamente, el libro que lleva encima como el que va a un examen más que a una entrevista. Lo abre y lee: “Cuántas utopías derrumbadas. Eso te abrió los ojos. Agradécelo”. Es más que una frase lapidaria tratándose de alguien cuya militancia comunista contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez le llevó siendo un veinteañero a exiliarse en la isla de Trinidad. “Está a 30 kilómetros de Venezuela. Se puede llegar en una lancha”, cuenta quitándole dramatismo a un hecho que dio lugar a su libro más famoso, el citado Los cuadernos del destierro. “Al principio vivía de la ayuda de la familia; luego, dando clases en un colegio”. Pasó allí cuatro años, volvió a Caracas en 1957 y meses después cayó el dictador, “que era un dictador del siglo XX, ahora no son tan directos”. En 1958 publicaba La isla, un poemario que se abría con una cita del polaco Czeslaw Milosz: “Infeliz bajo la tiranía, / infeliz bajo la república, / en una suspirábamos por la libertad, / en otra por el fin de la corrupción”. ¿Por qué suspiran hoy en Venezuela? “En Venezuela se va reduciendo a diario el margen de libertad. El Gobierno cerró las televisoras de la oposición y ahora va por los periódicos críticos, que se están quedando sin papel para imprimir. Eso es intencional. Por eso insisto en defender la democracia pese a sus fallas. Claro que necesita reformas, pero las denuncias contra la corrupción solo tienen efecto cuando hay separación de poderes”.

Cadenas subraya que nunca ha tenido miedo de decir lo que dice —“a veces me insultan, pero nunca ha habido agresión”—, pero es escéptico sobre el papel social de un poema: “La poesía es todopoderosa e insignificante. Insignificante porque su influencia en el mundo es mínima. Poderosa por su relación con el lenguaje. La política vacía de sentido las palabras —democracia, justicia, libertad—, los poetas llaman la atención sobre ese vacío. Las palabras pierden su valor si no se corresponden con la cosa que designan. No es nada nuevo. Confucio lo llamaba ‘rectificación de los nombres’ y eso es un poeta: alguien que rectifica”.
17 de octubre de 2014 | By: Leonardo García.

Paul Verlaine

“En su vena la sangre, sutil como un veneno
raro y ardiente como la lava, corre y arrolla
encogiendo su triste ideal que se derrumba
… por lógica de una influencia maligna”.


Paul Verlaine
(1844 - 1896)



Textos Poéticos


POEMAS SATURNIANOS


Los sabios de antaño, que valían tanto como los de hoy,
creyeron y este es un punto todavía mal dilucidado,
leer en el cielo tanto de dicha como los desastres
y que cada alma estaba unida a uno de los astros.
(Mucho se ha bromeado, sin pensar que a menudo
la risa es tan ridícula como engañosa
sobre esta explicación del misterio nocturno.)
Ahora bien, aquellos nacidos bajo el signo de Saturno,
fiero planeta caro a los nigrománticos
entre todos tiene, según los viejos grimorios,
buena parte de desdicha y de cólera.
La imaginación inquiete y débil,
en ellos anula el esfuerzo de la razón.
En su vena la sangre, sutil como un veneno
raro y ardiente como la lava, corre y arrolla
encogiendo su triste ideal que se derrumba.
Y así los saturnianos deben sufrir y así
morir –admitiendo que seamos mortales–,
pues su plan de vida ha sido trazado línea a línea
por lógica de una influencia maligna.




MUJER Y GATA


La sorprendí jugando con su gata,
y contemplar cáuseme maravilla
la mano blanca con la blanca pata,
de la tarde a la luz que apenas brilla.

¡Como supo esconder la mojigata,
del mitón tras la negra redecilla,
la punta de marfil que juega y mata,
con acerados tintes de cuchilla!

Melindrosa a la par por su compañera
ocultaba también la garra fiera;
y al rodar (abrazadas) por la alfombra,

un sonoro reír cruzó el ambiente
del salón... y brillaron de repente
¡cuatro puntos de fósforo en la sombra!




CANCIÓN DE OTOÑO


Los largos sollozos
de los violines
del otoño
hieren mi corazón
de una languidez
monótona.

Del todo sofocado y
pálido, cuando
la hora suena,
me acuerdo
de pasados días
y lloro;

y me voy
con el viento malo,
que me lleva
aquí, allá,
semejante a la
hoja muerta.




Los Poetas Malditos
Fragmentos / Paul Verlaine.



ARTHUR RIMBAUD



Con gozo hubimos de conocer a Arthur Rimbaud. Hoy, muchas cosas nos separan, sin que, claro está, haya nunca faltado o disminuido nuestra profunda admiración por su genio y su carácter. En aquella época, relativamente lejana, de nuestra intimidad, Arthur Rimbaud era un niño de dieciséis o diecisiete años, ya por entonces afianzado a todo el caudal poético, que sería menester que el público conociera, y del cual ensayaremos un análisis al tiempo que citemos cuanto nos sea posible.

Físicamente era alto, bien conformado, casi atlético; su rostro tenía el óvalo del de un ángel desterrado; los despeinados cabellos eran de un color castaño claro y los ojos de un azul pálido inquietante. Como era de las Ardenas, además de un lindo dejo del terruño, pronto perdido, poseía el don de la asimilación rápida, propio de sus paisanos, y esto puede explicar la pronta desecación de su numen (veine) bajo el sol insulso de París (hablemos como nuestros antepasados, cuyo lenguaje directo y pulcro, al fin y a la postre, no estaba tan mal).

Empezaremos por la primera parte de la obra de Arthur Rimbaud, producto de la más tierna adolescencia –¡sublime erupción, maravillosa pubertad!– y luego, examinaremos las diversas evoluciones de este espíritu impetuoso, hasta su literario fin.

Abramos aquí un paréntesis y, por si estas líneas caen casualmente bajo su mirada, sepa Arthur Rimbaud que nosotros no juzgamos los móviles de los hombres, y tenga por segura nuestra aprobación (y nuestra negra tristeza también) de su abandono de la poesía, supuesto que este abandono haya sido para él lógico, honesto y necesario, lo cual no dudamos.

La obra de Rimbaud, remontándose al periodo de su extrema juventud, es decir, a 1869, 70 y 71, es asaz abundante y formaría un respetable volumen. Se compone de poemas generalmente cortos, letrillas, sonetos, o composiciones de cuatro, cinco o seis versos. El poeta nunca emplea el pareado heroico (rime plate). Su verso, firmemente encajado, usa de pocos artificios; hay en él pocas cesuras literarias y no cabalga.

La selección de palabras es siempre exquisita, a veces pedante adrede. El lenguaje es preciso y permanece claro aun cuando la idea suba de color o el sentido se oscurezca. Las rimas son muy honorables.




Paul Verlaine / Vídeo

16 de octubre de 2014 | By: Leonardo García.

Charles Baudelaire / Francia

“Las naciones poseen grandes hombres
a pesar de sí mismas.
Un gran hombre vence a su nación entera”.


Charles Baudelaire
(1821 - 1867)


Textos Poéticos

*****

Perdido en este mundo atroz, arrollado por la multitud,
soy como un hombre cansado que no puede ver atrás, en la
profundidad de los años, más que desilusión y amargura, y
frente a él sólo una tormenta en la que no hay nada nuevo,
ni conocimientos ni dolor.






*****

Sólo el poeta, el sacerdote y el soldado son grandes entre
los hombres, el hombre que canta, el hombre que bendice,
el hombre que sacrifica y se sacrifica. Los demás han nacido

para ser esclavos.





*****

Aspiro a un descanso absoluto y a una noche continua. Poeta
de la demente voluptuosidad del vino y del opio, sólo tengo
sed de un licor desconocido sobre la tierra que ni siquiera la
farmacia celeste podría darme –un licor que no contenga ni
la vida, ni la muerte, ni la excitación, ni la nada–. No saber
nada, no enseñar nada, no querer nada, no sentir nada,
dormir y dormir, todavía, tal es hoy mi único deseo. Deseo
infame y repugnante, pero sincero.





*****

El Dandy debe aspirar a ser sublime sin interrupción. Debe
vivir y dormir frente a un espejo.





Charles Pierre Baudelaire


15 de octubre de 2014 | By: Leonardo García.

Georg Trakl

“Sólo a aquel que desprecie la fortuna
se le concederá el conocimiento”.


Georg Trakl
(1887 - 1914)





Textos Poéticos


NOCTURNO


El hálito del inmóvil. Un rostro animal
Entumecido de azul, su santidad.
Poderoso es el silencio de la piedra;
La máscara de un pájaro nocturno. Tres suaves
Campanas se desvanecen en una. ¡Elai! Tu rostro
Se reclina callado sobre el azul de las aguas.
Oh, quietos espejos de la verdad.
En los sueños marfilinos del solitario
Aparece el reflejo de ángeles caídos.




KARL KRAUS


Blanco, supremo sacerdote de la verdad,
Voz cristalina, morada del gélido aliento de Dios.
Mago iracundo, bajo tu capa en llamas
Resuena la azul armadura del guerrero.




HORROR


Me vi andando por habitaciones desiertas.
Las estrellas bailaban, locas, sobre el fondo azul,
Los perros ladraban fuertemente por los campos,
Y un viento salvaje gritaba entre los árboles.
Y de pronto: silencio. La tenue llama de la fiebre
Hace surgir flores venenosas de mi boca,
Y cae el rocío, pálido y chispeante, desde las ramas
Como desde una llaga, gotea y gotea cual sangre.
Por el engañoso vacío de un espejo
Surge desde el horror y la oscuridad
Un rostro, lenta e indistintamente: ¡Caín!
La cortina de terciopelo roza apaciblemente.
La luna brilla sobre el vacío a través de la ventana.
Heme aquí, a solas con mi asesino.




MI CORAZÓN AL ATARDECER


Por la tarde se escucha el grito del murciélago.
Dos caballos negros saltan por la pradera.
El rumor del arce rojo.
En el camino, aparece una taberna ante el viajero.
Delicioso es el sabor del vino joven y las nueces.
Delicioso es tambalearse, ebrio, por el bosque que
oscurece.
Por entre las negras ramas resuenan campanas dolorosas;
Gotas de rocío caen sobre el rostro.

Surge desde el horror y la oscuridad

Un rostro, lenta e indistintamente: ¡Caín!
La cortina de terciopelo roza apaciblemente.
La luna brilla sobre el vacío a través de la ventana.
Heme aquí, a solas con mi asesino.




EL NIÑO ELIS


Elis, cuando el mirlo llama en el oscuro bosque,
He aquí tu decadencia.
Tus labios beben en la frescura del rocoso manantial azul.
Cuando tu frente a sangrar comience,
Deja las antiguas leyendas
Y las oscuras interpretaciones del vuelo del ave.
Te diriges con blancos pasos rumbo a la noche,
Que cuelga llena de púrpuras racimos,
Y mueves los brazos más bellamente en el azul.
Un zarzal suena
En tus ojos de luna.
Oh, hace cuánto moriste, Elis.
Tu cuerpo es un Jacinto
Donde un monje posa sus dedos de cera.
Una negra cueva es nuestro silencio
De donde surge, a veces, un tierno animal
Y deja caer lentamente sus pesados párpados.
De tus sienes cae un rocío oscuro,
El último oro de estrellas en ruinas.
14 de octubre de 2014 | By: Leonardo García.

Alexis Berra

“Todos se abrazaban
cubriendo sus cuerpos,
para protegerse del frío
o quizás del miedo”.




Alexis Berra

(Anzoátegui - Venezuela)
 Escritor, Artista Plástico, Poeta y Ensayista.
Nacido en Puerto la Cruz, 1951.




Los Niños de la Calle


En una noche de invierno,
tendido en mi lecho
y cerrando mis ojos
para el descanso de mi cuerpo.

Vi la imagen famélica
de un niño triste,
que sigilosamente
 se sentaba en mi pecho.

Sus manos temblorosas
se extendían hacia el cielo,
como suplicándole a alguien,
que lo rescatara pronto
de aquel mundo tan perverso.

El niño estaba llorando...
Y en aquel patético momento,
todas la fibras de mi ser
se iban estremeciendo.

Él me miró a los ojos,
como buscando en mi alma
la esencia misma
de un noble sentimiento.

Me señaló las calles
donde Jugueteaba el viento,
y la lluvia cristalina
caía con brutal estruendo.

Y allí    en los rincones
de un inmenso pueblo
habían otros niños
tirados en el duro suelo.

Algunos dormían,
otros estaban despiertos,
y sostenían en sus manos
envases con un pegamento,
que olían con gran desespero.

Sus ojos se extraviaban
perdidos en el tiempo,
como buscando imágenes
de otro mundo nuevo.

Sus rostros demacrados,
con surcos de sufrimientos.
los cuerpos desnutridos,
sucios y harapientos.

Ellos se balanceaban
como árboles endebles,
árboles cansados
estremecidos por viento.
“Hijos de nadie”.
Errantes sin destino cierto.
 Parecían fantasmas
en un invernadero.

Todos se abrazaban
cubriendo sus cuerpos,
para protegerse del frío
o quizás del miedo.
Miedo a la miseria
en que estaban viviendo,
y a un futuro negro
para ellos incierto.

Sí... a un futuro incierto,
por ser niños abandonados
igual que desperdicios
sobre la podredumbre
de algún basurero.

¡No pude soportarlo!
Se agitó mi pecho,
se corto mi aliento
y desperté llorando
con gran sentimiento.

¡Salté de mi lecho!
Mis piernas temblaron,
y solté un grito largo 
que se hizo eco.
Que se hizo eco
y se perdió entre sombras,
de esa fría noche
de espantoso invierno.

¡Dios mío! , ilumínanos ahora,
para que rescatemos pronto;
a todos esos niños pobres
que deambulan en las calles.

De esas intrincadas calles
que son para ellos
como caminos de fuego.
Caminos sombríos
que los conducen directo…
a las fauces candentes
del mismísimo infierno.   
10 de octubre de 2014 | By: Leonardo García.

René Char

“Espera aún a que yo venga
A romper el frío que nos retiene”.

René Char

René char
(1907 – 1988)



Textos Poéticos


Consuelo


Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa
a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi amor: el
que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda: ¿quién en
verdad le amó?

Mi amor busca su semejanza en la promesa de las
miradas. El espacio que recorre es mi fidelidad. Dibuja
la esperanza y en seguida la desprecia. Prevalece sin
tomar parte en ello.

Vivo en el fondo de él como un resto de felicidad.
Sin saberlo él, mi soledad es su tesoro. Es el gran meridiano
donde se inscribe su vuelo, mi libertad lo vacía.

Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa
a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi
amor: el que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda:
¿quién en verdad le amó y le ilumina de lejos para que
no caiga?




Bebedora


Por qué seguir entregando las palabras del propio porvenir
ahora que toda palabra hacia lo alto es boca ladradora de
cohete, ahora que el corazón de cuanto respira es caída
hedionda?

Para que puedas exclamar en un soplo: "¿De dónde
vienes, bebedora, hermana con las uñas quemadas? ¿ Ya quién
satisfaces? Nunca hallaste albergue entre tus espigas. Mi guadaña
lo jura. No te denunciaré, yo te precedo."




IV


Mi amor es triste
Porque es fiel
No interpela el olvido de los demás
No cae de la boca como un diario del bolsillo
No es flexible en la angustia que en común se arremolina
No se aísla en las rompientes de la península simulando
pesimismo
Mi amor es triste
Pues está en la naturaleza turbada del amor ser triste
Como la luz es triste
La dicha triste
No has pasado libertad tus correas de arena.


En las alturas


Espera aún a que yo venga
A romper el frío que nos retiene.
Nube, en tu vida tan amenazada como la mía.
(Había un precipicio en nuestra casa.
Por eso hemos partido y nos hemos establecido aquí).



Desherencia


Antigua era la noche
Cuando la entreabrió el fuego.
Igualmente mi casa.


No se mata a la rosa
En las guerras del cielo.
Destierran a una lira.


Mi pena persistente
De una nube de nieve
Gana un lago de sangre.
La crueldad ama vivir.


Oh fuente que mentiste
A nuestros destinos gemelos,
Del lobo trazaré
Este único retrato pensativo.





René Char

2 de octubre de 2014 | By: Leonardo García.

Antonin Artaud

“Toda la incierta ciencia de los hombres no es superior al
conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser. Soy el
único juez de lo que hay en mí”.


Antonin Artaud



Antonin Artaud
(1896 - 1948)




El Ombligo de los Limbos



POETA NEGRO


Poeta negro, te obsesiona
un seno de doncella
poeta amargo, la vida se agita
y arde la ciudad
y el cielo se diluye en agua,
y tu pluma punza el corazón de la vida.

Selva, selva, ojos irisados
sobre pináculos que se multiplican
hilos de tormenta, los poetas
montan caballos, montan perros.

Los ojos se enardecen, las lenguas giran
el cielo fluye hacia las fosas nasales
como una leche azul y nutritiva;
estoy atento a sus bocas
mujeres, rígidos corazones de vinagre.



*******


Allí donde tiemblan vitriolos vivientes
los poetas elevan sus manos,
el cielo ídolo sobre las mesas
se vuelve sobre sí mismo, y el fino sexo

empapa una lengua de hielo
en cada agujero, en cada lugar
que al avanzar el cielo deja libre.

El suelo está emparedado de almas
y de mujeres con un sexo hermoso
donde los minúsculos cadáveres
reflejan sus momias.




El Pesa Nervios


SEGUNDA CARTA CONYUGAL


Necesito a mi lado una mujer sencilla y equilibrada, y cuya
alma agitada y oscura no alimentara continuamente mi
desesperación. Los últimos tiempos te veía siempre con un
sentimiento de temor e incomodidad. Sé muy bien que tus
inquietudes por mí son a causa de tu amor, pero es tu alma
enferma y malformada como la mía la que exaspera esas
inquietudes y te corrompe la sangre. No quiero seguir viviendo
contigo bajo el miedo.

Agregaré que además necesito una mujer que sea mía
exclusivamente, y que pueda encontrar en todo momento en
mi casa. Estoy aturdido de soledad. Por la noche no puedo
regresar a un cuarto solo sin tener a mi alcance ninguna de las
comodidades de la vida. Me hace falta un hogar y lo necesito
enseguida, y una mujer que se ocupe de mí permanentemente,
incapaz como soy de ocuparme de nada, que se ocupe
de mí hasta de lo más insignificante. Una artista como tú tiene
su vida y no puede hacer otra cosa. Todo lo que te digo es de
una mezquindad atroz, pero es así. No es preciso siquiera que
esa mujer sea hermosa, tampoco quiero que tenga una
excesiva inteligencia, y menos aún que piense demasiado. Con
que se apegue a mí es suficiente.

Pienso que sabrás reconocer la enorme franqueza con que
te hablo y sabrás darme la siguiente prueba de tu
inteligencia: comprender muy bien que todo lo que te digo
no rebaja en nada la profunda ternura, y el indeclinable
sentimiento de amor que te tengo y seguiré teniendo
inalienablemente por ti, pero ese sentimiento no guarda
ninguna relación con el devenir corriente de la vida. La vida
es para vivirse. Son demasiadas las cosas que me unen a ti
para que te pida que lo nuestro se rompa; sólo te pido que
cambiemos nuestras relaciones, que cada uno se construya
una vida diferente, pero que no nos desunirá más.


Antoine Marie Joseph Artaud