8 de noviembre de 2012 | By: Leonardo García.

Waldo Leyva II


El que puso los dados en mis manos,
vengan por ellos.
Los echaré a rodar, pero hacia arriba.


Imagen tomada de la web@radiorebelde.icrt.cu
Waldo Leyva Escritor, poeta, narrador, ensayista, promotor cultural, profesor universitario, Periodista y actor. Nacido el 16 de mayo de 1943, en Remates de Ariosa, Remedios, antigua provincia de Las Villas que ahora pertenece a la provincia de Villa Clara, cuba. Entre sus títulos destacan: De la ciudad y sus héroes, (1974); Desde el este de Angola, (1976); Con mucha piel de gente, (1983); El polvo de los caminos, (1984); Diálogo de uno (1990); El rasguño de la piedra, (1995); Memoria del porvenir, (1999); El dardo y la Manzana, (2000); Perdono al porvenir, (2004); Agradezco la noche, (2006); De la máscara y la voz (2006). Ganador del X Premio Casa América de poesía americana. y Cuando el cristal no reproduce el rostro, (2012); Ganadora de la IV edición del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora, 2da edición, 2012. Venezuela.



Waldo Leyva

Ganador de la IV edición del Premio Internacional
de Poesía Víctor Valera Mora, 2012 Venezuela.
con el Libro:
“Cuando el cristal no reproduce el rostro”



Cuando el cristal no reproduce
                                     el rostro

A Margarita


El inocente ojo del antílope


Un tigre salta de la piedra.
Vuela el ave que ignora la angustia del vacío.
Ciego es el pez, sus pupilas es el agua
y muere herido por el aire.


La lombriz puede ser reina de la altura
y deshacerse el árbol
en el vientre insaciable del insecto.


A la cruz del comienzo clavado sigue el hombre.
Sangra. Puede ver aún el rostro de los otros.


Ni Dios, ni ventanas azules,
ni el inocente ojo del antílope.


Todo sendero es engañoso


En algún sitio del pasado extravié la pregunta
Volver ya es imposible,
las rutas se fueron borrando
y todo sendero es engañoso


El futuro es una región tan frágil,
un espacio ilusorio por el que puedes pasar
sin darte cuenta, o detenerte justo en el momento
cuando se cierran sus puertas invisibles.
De todos modos, si te permitieran volver,
No te sería dada la pregunta inicial.
Y si llegaras al porvenir remoto,
confundirías las respuestas.


El espacio que habito


Donde el émbolo tiembla


No puedo desprenderme de esa punzante sensación de soledad que
Provoca la noche. El tren se ha detenido y yo a su lado sin una mano que me salve.
Mis ojos están fijos en el espacio donde el émbolo tiembla. Es mi primer
Recuerdo, mi primera muerte y resurrección. Bufa el tren. Lo único sólido del
Planeta es el espacio que ocupan mis pies de cuatro años. Mi madre debe
llorar de nuevo en algún sitio sin saber que muero. Se marcha el tren. Mis
ojos van y vienen con el émbolo.


No sé si quiero hojear en mis recuerdos


En la dorada luz, breve, de octubre



I


Era la luz un juego de guitarras
y era tu cuerpo música, desnuda
dormías en la hierba, qué menuda
barca de sueños, anclada y sin amarras.
El mar rizaba el viento. Con sus garras
deshechas en la costa, sollozaba
como un hombre que muere. Destrozaba
ese llanto del mar, pero quien puede
renunciar a ese sueño que concede
sólo una vez la vida, y yo soñaba.



II


Nunca supe que el tiempo se detuvo,
si yo era el tiempo exacto, detenido;
si existí antes de verte, sí he vivido
después que ya no estás. ¿Acaso hubo
una mujer desnuda, que mantuvo
por un instante detenido el mundo?
¿Quién puede responderme? ¿Fue un segundo?
¿Realmente fue un segundo? ¿Puede acaso
ese puñal tan frágil, de un zarpazo,
esconder su metal en lo profundo?



III



En la dorada luz, breve, de octubre,
cuando el aire es un sueño, cuando quiere
detenerse la tarde, cuando muere
hecho un rumor el verde, cuando cubre
cierto violeta el mar y se descubre
la música tenaz, salgo a buscarte;
mi cuerpo es sólo cuerpo para hallarte,
se deshace en el viento, se hace tacto
para fundar tu cuerpo. Tengo un pacto
trazado con la muerte: hasta encontrarte.


Cuando el cristal no reproduce
                                     el rostro

Monólogo final



La oscuridad tiene su olor,
mi olor,
y ese otro perfume
que nace de la piel
cuando se junta nuestros cuerpos.



Cierra los ojos.
Toca mi cara.
Tus dedos borraran la sombra,
no importa que sea de noche,
no importa que desconozcas
el rostro que tendré al amanecer.
Cada segundo puede ser toda la vida.



Mañana mi piel estará seca,
o deshecha en el aire,
o será un verde germinal,
un rojo efímero;
pero ahora las yemas de tus dedos
tienen toda la luz.



Perdono al porvenir.


Las trampas que he tendido
tiene la misma inocencia
del juego de la alquimia
para el hombre no existe otro destino
que el manantial inédito.


Toca mi rostro,
sálvalo en la memoria de tus manos.




Nota:

Los textos fueron extraídos de la antología poética “Cuando el cristal no reproduce el rostro”, del poeta cubano Waldo Leyva.  Antología ganadora de la IV edición del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora. Libro editado por la Fundación Centro de estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg). 2da edición, 2012 Venezuela. Vídeo bajado del portal Youtube.com.


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