“Infeliz bajo la tiranía,
infeliz bajo la república,
en una suspirábamos por la
libertad,
en otra por el fin de la corrupción”.
Czesław Miłosz
Extraído
del portal Web:
http://elpais.com/elpais/portada_america.html
Escrito
por:
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
Madrid 17 OCT 2014 - 21:23
CEST
Rafael Cadenas
(Venezuela, 1930)
ALVARO GARCÍA / El País. |
Si
hay un poeta vivo perseguido por uno de sus poemas, ese es Rafael Cadenas. El
poema se llama “Derrota”, un hito de la literatura latinoamericana, y el poeta
venezolano lo escribió con 32 años. Ahora tiene 84 y sonríe tímidamente cuando
se le pregunta si está cansado de aquella letanía que parece perseguirle, que
arranca “Yo que no he tenido nunca un oficio / que ante todo competidor me he
sentido débil / que perdí los mejores títulos para la vida / que apenas llego a
un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)...” y que sigue
retratando en primera persona a alguien que creía que su padre era eterno, que
fue “humillado por profesores de literatura” y “abandonado por muchas personas
porque casi no hablo” o que tiene “vergüenza por actos que no he cometido”.
Cadenas,
un tímido más sigiloso que silencioso, toma el libro que el periodista ha
puesto en la mesa, sobrevuela los versos como si fueran de otro y concluye:
“Cansado no estoy, pero ese poema hoy no me refleja. Lo escribí en medio de una
crisis personal... bueno, una depresión. Si gustó tanto fue porque coincidió
con la situación política de los años 60 y la consolidación de la democracia en
Venezuela con Rómulo Betancourt”.
Premio
Nacional en su país en 1985 y Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en
Guadalajara (México) —el antiguo Juan Rulfo— en 2009, Rafael Cadenas está en
Madrid para leer hoy sus versos en el festival de poesía Poemad y para
participar el martes en un coloquio sobre su obra en la Casa de América. No le
importa viajar —vive en El Hatillo, en el área metropolitana de Caracas— pero
le gustan poco las entrevistas. “No tiene nada que ver con los periodistas”,
aclara. “Es que no me acostumbro al aparato”, dice señalando la grabadora
encendida. “Mejor charlamos, usted toma nota y luego mejora lo que le yo diga”.
En breve, de hecho, publicará un libro de entrevistas —“pero la mayoría las
respondí por escrito”— al tiempo que ultima un nuevo libro En torno a Basho y
otros asuntos. Lo publicará Pre-Textos, el sello que editó en España en 2007
las más de 700 páginas de su Obra entera (antes publicada por Fondo de Cultura
Económica en México) y que hace dos años hizo lo propio con Sobre abierto, su
último título hasta la fecha.
“No
desdeñes nada. / La rana le dio a Basho / su mejor poema”, se lee en aquel
libro. El nuevo, dice Cadenas, sigue por ese camino: reflexiones sobre el
maestro japonés del haiku y, como reza el título, “otros asuntos”. ¿Cuáles?
“Veremos qué sale. Sobre abierto está muy pegado a la vida cotidiana, pero hay
un lado mío muy cercano al pensamiento. Como decía Antonio Machado, los grandes
poetas son metafísicos fracasados y los grandes filósofos, poetas que creen en
la realidad de sus poemas”.
Rafael
Cadenas es autor de clásicos como Los cuadernos del destierro (1960) y Falsas
maniobras (1966), el libro que incluye “Derrota”-. Les siguieron Intemperie,
Memorial (ambos de 1977), Amante (1983) y Gestiones (1992). “Ya sé que ese
título parece de libro de administración”, explica el poeta, “pero hablaba de
otras gestiones, psíquicas”. Y añade: “Uno no sabe por qué escribe lo que
escribe, yo no sé qué ha sido para mí lo que la rana fue para Basho, lo que sé
es que he ido perdiendo ¿cómo llamarlo? ¿Exuberancia?. Bastante misterio hay en
la vida cotidiana”. Lento y lacónico, con maneras de sabio —equilibrista de
llamó a sí mismo en un poema—, Cadenas mide cada palabra y usa los hombros y
las cejas para acompañar sus respuestas. Tal vez por eso —“para no ser
pretencioso”— prefiere decir misterio que trascendencia, pensamiento que
filosofía y dichos que aforismos.
Dichos
se llama, precisamente, el libro que lleva encima como el que va a un examen
más que a una entrevista. Lo abre y lee: “Cuántas utopías derrumbadas. Eso te
abrió los ojos. Agradécelo”. Es más que una frase lapidaria tratándose de
alguien cuya militancia comunista contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez
le llevó siendo un veinteañero a exiliarse en la isla de Trinidad. “Está a 30
kilómetros de Venezuela. Se puede llegar en una lancha”, cuenta quitándole
dramatismo a un hecho que dio lugar a su libro más famoso, el citado Los
cuadernos del destierro. “Al principio vivía de la ayuda de la familia; luego,
dando clases en un colegio”. Pasó allí cuatro años, volvió a Caracas en 1957 y
meses después cayó el dictador, “que era un dictador del siglo XX, ahora no son
tan directos”. En 1958 publicaba La isla, un poemario que se abría con una cita
del polaco Czeslaw Milosz: “Infeliz bajo la tiranía, / infeliz bajo la
república, / en una suspirábamos por la libertad, / en otra por el fin de la
corrupción”. ¿Por qué suspiran hoy en Venezuela? “En Venezuela se va reduciendo
a diario el margen de libertad. El Gobierno cerró las televisoras de la
oposición y ahora va por los periódicos críticos, que se están quedando sin
papel para imprimir. Eso es intencional. Por eso insisto en defender la
democracia pese a sus fallas. Claro que necesita reformas, pero las denuncias
contra la corrupción solo tienen efecto cuando hay separación de poderes”.
Cadenas
subraya que nunca ha tenido miedo de decir lo que dice —“a veces me insultan,
pero nunca ha habido agresión”—, pero es escéptico sobre el papel social de un
poema: “La poesía es todopoderosa e insignificante. Insignificante porque su
influencia en el mundo es mínima. Poderosa por su relación con el lenguaje. La
política vacía de sentido las palabras —democracia, justicia, libertad—, los
poetas llaman la atención sobre ese vacío. Las palabras pierden su valor si no
se corresponden con la cosa que designan. No es nada nuevo. Confucio lo llamaba
‘rectificación de los nombres’ y eso es un poeta: alguien que rectifica”.