“…Me propongo, sin estar conmovido, declamar a grandes voces
la seria y fría estrofa qué vais a oír”.
Isidore Lucien
Ducasse
(1846-1870)
Diseño: Enrique Jiménez Corominas
Historietista e Ilustrador español. |
Los Cantos
de Maldoror
(1869)
Canto I
(Fragmento)
Ruego al cielo
que el lector, enardecido y momentáneamente feroz como lo que lee, halle, sin
desorientarse, su abrupto y salvaje sendero por entre las desoladas ciénagas de
estas páginas sombrías y llenas de veneno; pues, a menos que ponga en su
lectura una lógica rigurosa y una tensión de espíritu igual, como mínimo, a su
desconfianza, las emanaciones mortales de este libro embeberán su alma como
azúcar en agua. No es bueno que todo el mundo lea las páginas que siguen; sólo
algunos saborearán sin peligro ese fruto amargo. Por lo tanto, alma tímida,
antes de adentrarte más por semejantes landas inexploradas, dirige hacia atrás
tus pasos y no hacia delante. Escucha bien lo que te digo: dirige hacia atrás tus
pasos y no hacia adelante, como la mirada de un hijo se aparta,
respetuosamente, de la contemplación augusta de la faz materna; o, mejor, como
el ángulo perdiéndose en el horizonte de las friolentas grullas tan
meditabundas que, durante el invierno, vuela poderosamente a través del
silencio, con todas las velas tendidas, hacia un punto preciso del horizonte de
donde, súbitamente, brota un viento extraño y fuerte, precursor de la tormenta.
La grulla más vieja, que forma por sí sola la vanguardia, al verlo, mueve su
cabeza como una persona razonable y, en consecuencia, también su pico que hace
restallar, y no está contenta (tampoco yo lo estaría en su lugar), mientras su
viejo pescuezo, desprovisto de plumas y contemporáneo de tres generaciones de
grullas, se agita en irritadas ondulaciones, presagio de la tempestad que se
acerca cada vez más.
Cartas
París, 12 de marzo de 1870
Señor:
Permitid que me remonte un
poco lejos. He hecho publicar una obra de poesías, en la casa Lacroix (B.
Montmartre 15). Pero, una vez impresa, se negó a lanzarla, porque allí se
pintaba la vida en colores demasiado amargos y el editor temía la acción de la
justicia. Era algo en el género del Manfredo de Byron y el Conrad de
Mickiewicz, pero mucho más terrible. La edición había costado 1.200francos, de
los que yo había entregado ya 400. Pero todo se fue al diablo. Lo cual me hizo
abrir los ojos.
Nota:
los
textos fueron extraídos del libro “Los cantos de Maldoror”
Ediciones
SED DE BELLEZA
(2006)
Avenged Sevenfold
Nightmare