“Los días se
agrupan en el solárium como rajaduras
/cegadoras,
de súbito abiertas
al asombro de las noches y días,
rodando por los
desfiladeros del mundo”.
Gabriel Jiménez Emán
(Caracas, 1950)
Gabriel Jiménez Emán nació
en Caracas en 1950. Narrador, poeta y
ensayista, actividades que complementa con su labor editorial y antológica. Entre
sus libros de relatos se cuentan: Los
dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973), Saltos sobre la soga (Monte Ávila,
1975), Los 1001 cuentos de 1 línea
(Fundarte, 1980), Relatos de otro mundo
(1988), Tramas imaginarias (Monte
Ávila, 1990), Biografías grotescas
(Memorias de Altagracia, 1997), La gran jaqueca y otros cuentos crueles
(Imaginaria, 2002), El hombre de los pies
perdidos (Thule, España, 2005), La
taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005) Había una vez…101 fábulas posmodernas
(Alfaguara, 2009), Divertimentos mínimos.
100 textos escogidos con pinza (La Parada Creativa, Barquisimeto, 2011) y Consuelo para moribundos y otros
microrrelatos (Rótulo Ediciones, San Felipe, Yaracuy, 2012).
En
el campo novelístico es autor de La isla
del otro (Monte Ávila, 1979), Una
fiesta memorable (Planeta, 1991), Mercurial
(Planeta, 1994), Sueños y guerras del
Mariscal (Comala, 2001; Ediciones B, Bruguera, 2007), Paisaje con ángel caído (Imaginaria, 2004), Averno (El Perro y la Rana, 2007) y Hombre mirando al sur. Tributo al jazz (Imaginaria, 2014).
Como
poeta es autor de los libros Materias de
sombra (Premio Monte Ávila de Poesía, 1983), Narración del doble (Fundarte, 1978), Baladas profanas (La oruga luminosa, 1993), Proso estos versos (Círculo de Escritores de Cojedes, 1998), Historias de Nairamá (Fondo Editorial
del Caribe, 2007), Balada del bohemio
místico. Obra poética 1973-2006 (Monte Ávila Editores Latinoamericana,
Caracas, 2010) y Solárium (Casa de
las Letras Andrés Bello, 2015).
Solárium
(2015)
La casa de las
palabras
A Celsa
1
en la casa
de las palabras
hay un nadie que
murmura
sílabas sedosas
intenta
pronunciarlas
en las pausas del
ocaso
las sílabas huyen
de la voz
se internan en
precipicios abandonados
se posan en matas y
pétalos tristes
que les dejan caer
en la ciénaga muda
luego rebotan hacia
el techo
de la casa
para posarse en la
garganta
de una mujer
esperando
4
me quedé parado
como un árbol
contemplando el
camino
marcado por tus
piernas
en el anochecer que
andaba
hacia delante y
hacia atrás
como aquel cangrejo
de concha azul
que tocaba el
violín
con su tenaza
blanca
y con la otra
saludaba
las diminutas
presencias ocultas
entre los corales
caracoles y conchas
saltando entre las
olas
de la playa
luego me fui a
hundirme
en tu ostra dulce
donde nadé toda la
madrugada
para donarle un
sentido
al paisaje
6
tantos amigos se
fueron antes
se marcharon sin
avisar
como animales
cautelosos como tímidos niños
nos dejaron trozos
de escarabajos morados
para jugar en los
mediodías arrugados
donde el sol
chorrea su luz por las tejas
y el patio de los
limones duerme en el regazo de la
/grama
por la noche
trozos de vela y
espermas encendidas nos saludan
para iluminar la
soledumbre
7
qué tierra es ésta
que nos deja
ahítos y solos
en un convento del
desierto
donde los frailes
han huido
hacia los abismos
de arena
con sus biblias
aporreadas
las mujeres pasan
hacia ninguna parte
con oraciones mudas
entre los dientes
mulas locas patean
el viento
chivos sin ojos se
beben la brisa
allí vamos todos a
perdonar a Dios
por habernos traído
aquí
sin nuestro permiso
SOLÁRIUM
Cae el rayo sobre
la tierra, sobre el pavimento reseco,
el cielo se
despierta de sí, cuaja su azul como una
/mermelada entre
palmeras,
se va abriendo paso
entre el follaje de colinas y
/alborotando pájaros,
lagunas, iguanas,
ríos descabellados, aves migratorias.
Se ensaña el sol en
derretir cualquier presencia, destellar
en los espejos de
agua, produce el parpadear imposible
/de las culebras,
imanta con su amarillo las cuerdas
/vocales del turpial,
y al caer en el mar
revuelve las olas con sus manos,
busca los ojos del
pez para volverlos tornasol,
saca chispas de los
mástiles de los barcos,
inunda con su
saliva de oro el átomo de los metales,
se introduce poco a
poco en el maderamen de la materia
/viviente
para hacerla crujir
adentro, en su fibra última,
en el dialogo que
tiene con sus semejantes vivientes,
llámense hojas,
llámense piedras o palos,
flor, cauce, ulular
de vientos.
El sol dilata la
pupila del caballo y las ubres de la vaca,
despierta a los
asnos al borde de los precipicios,
alborota a los insectos
que se cuelan por los intersticios
/terrosos,
resguarda a las
hormigas y a las larvas que se cocinan en
/el caldero de la mañana, y les ofrece alas.
Por la tarde sale a
vigilar huertos y fincas,
los árboles
despiertan con cada aletazo del follaje,
con cada rebote en
la materia,
con cada cuchillazo
que clava en el corazón de la tarde.
Ahí va el astro rey
a asumir su imperio,
a apoderarse de su
reino antes de que llegue la noche,
la sombra que
arropa lentamente la tarde para volverla
/tiniebla.
Todavía el sol
reposa en su cama de nubes pegajosas,
nubes que se
adhieren a su piel de leopardo,
a su ojo ciego que
parpadea en la penumbra
y quiere ver más
allá, penetra con su pupila enorme
el centro de lo
desconocido y ahí descubre tantas cosas,
tantos enigmas
solitarios.
La tierra del
solárium se abona para la visita del alba,
al mediodía cae
como una navaja depredadora sobre el
/ecuador,
inventa el verano y
el sudor de la canícula,
mata de sed a los
animales en el llano y la pampa,
quema y reseca los
arbustos y los convierte en charcos,
en ciénagas
nauseabundas que tragan pantanos y pozos,
ejecuta esqueletos
de animales muertos hasta calcinarlos
y volverlos
amasijos de moscas que luego se vuelven
/cenizas,
que son sopladas
por el viento hasta convertirse en
/paisaje,
incorporadas al
aliento de las bestias,
de caballos que
bufan bajo la fusta de los jinetes
y éstos las arrean
a corrales o al borde de los ríos para
/que beban agua,
sorban el néctar
cristalino antes de ser sacrificadas,
y luego esa carne
desangrada y tierna se abra con sal
/gruesa atravesada
por varas de
madera, carne suculenta color crepúsculo
que va a dar a la
boca de humanos que la esperan para
/saciar su hambre
y recobrar la
fuerza que le donarán al espacio, al campo
/abierto,
al celofán de la
amargura, a la dicha de existir sin
/saberlo.
El sol se ha metido
en cada válvula del paisaje,
en cada forma
viviente para transfigurarla,
para hacerla
brillar desde su potencia sagrada.
El solárium regado
por el espacio iluminado,
el trópico
atravesado por sus diminutas hojillas
que hieren la piel
del firmamento, y se quedan allí
/sembradas
para decirnos lo
que somos o fuimos,
lo que deseamos
ser, aquello que buscamos a la vuelta
/de los cielos,
al otro lado del
amarillo que ruge para volverse
/llamarada,
fiesta de incendio,
devastación maravillada de todo lo
/existente.
Los días se agrupan
en el solárium como rajaduras
/cegadoras,
de súbito abiertas
al asombro de las noches y días,
rodando por los
desfiladeros del mundo.
Portada del Libro Solárium, 2015. Gabriel Jiménez Emán. Casa Nacional de las Letras Andrés Bello. |
0 comentarios:
Publicar un comentario
!Bienvenidos a Latriplesombra!. Por favor, dejen sus Comentarios.
Muchas Gracias.