15 de octubre de 2014 | By: Leonardo García.

Georg Trakl

“Sólo a aquel que desprecie la fortuna
se le concederá el conocimiento”.


Georg Trakl
(1887 - 1914)





Textos Poéticos


NOCTURNO


El hálito del inmóvil. Un rostro animal
Entumecido de azul, su santidad.
Poderoso es el silencio de la piedra;
La máscara de un pájaro nocturno. Tres suaves
Campanas se desvanecen en una. ¡Elai! Tu rostro
Se reclina callado sobre el azul de las aguas.
Oh, quietos espejos de la verdad.
En los sueños marfilinos del solitario
Aparece el reflejo de ángeles caídos.




KARL KRAUS


Blanco, supremo sacerdote de la verdad,
Voz cristalina, morada del gélido aliento de Dios.
Mago iracundo, bajo tu capa en llamas
Resuena la azul armadura del guerrero.




HORROR


Me vi andando por habitaciones desiertas.
Las estrellas bailaban, locas, sobre el fondo azul,
Los perros ladraban fuertemente por los campos,
Y un viento salvaje gritaba entre los árboles.
Y de pronto: silencio. La tenue llama de la fiebre
Hace surgir flores venenosas de mi boca,
Y cae el rocío, pálido y chispeante, desde las ramas
Como desde una llaga, gotea y gotea cual sangre.
Por el engañoso vacío de un espejo
Surge desde el horror y la oscuridad
Un rostro, lenta e indistintamente: ¡Caín!
La cortina de terciopelo roza apaciblemente.
La luna brilla sobre el vacío a través de la ventana.
Heme aquí, a solas con mi asesino.




MI CORAZÓN AL ATARDECER


Por la tarde se escucha el grito del murciélago.
Dos caballos negros saltan por la pradera.
El rumor del arce rojo.
En el camino, aparece una taberna ante el viajero.
Delicioso es el sabor del vino joven y las nueces.
Delicioso es tambalearse, ebrio, por el bosque que
oscurece.
Por entre las negras ramas resuenan campanas dolorosas;
Gotas de rocío caen sobre el rostro.

Surge desde el horror y la oscuridad

Un rostro, lenta e indistintamente: ¡Caín!
La cortina de terciopelo roza apaciblemente.
La luna brilla sobre el vacío a través de la ventana.
Heme aquí, a solas con mi asesino.




EL NIÑO ELIS


Elis, cuando el mirlo llama en el oscuro bosque,
He aquí tu decadencia.
Tus labios beben en la frescura del rocoso manantial azul.
Cuando tu frente a sangrar comience,
Deja las antiguas leyendas
Y las oscuras interpretaciones del vuelo del ave.
Te diriges con blancos pasos rumbo a la noche,
Que cuelga llena de púrpuras racimos,
Y mueves los brazos más bellamente en el azul.
Un zarzal suena
En tus ojos de luna.
Oh, hace cuánto moriste, Elis.
Tu cuerpo es un Jacinto
Donde un monje posa sus dedos de cera.
Una negra cueva es nuestro silencio
De donde surge, a veces, un tierno animal
Y deja caer lentamente sus pesados párpados.
De tus sienes cae un rocío oscuro,
El último oro de estrellas en ruinas.