“Toda la incierta ciencia de los hombres no es superior
al
conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser. Soy
el
único juez de lo que hay en mí”.
Antonin Artaud
Antonin
Artaud
(1896
- 1948)
El
Ombligo de los Limbos
POETA NEGRO
Poeta negro, te obsesiona
un seno de doncella
poeta amargo, la vida se agita
y arde la ciudad
y el cielo se diluye en agua,
y tu pluma punza el corazón de la vida.
Selva, selva, ojos irisados
sobre pináculos que se multiplican
hilos de tormenta, los poetas
montan caballos, montan perros.
Los ojos se enardecen, las lenguas giran
el cielo fluye hacia las fosas nasales
como una leche azul y nutritiva;
estoy atento a sus bocas
mujeres, rígidos
corazones de vinagre.
*******
Allí donde tiemblan vitriolos vivientes
los poetas elevan sus manos,
el cielo ídolo sobre las mesas
se vuelve sobre sí mismo, y el fino sexo
empapa una lengua de hielo
en cada agujero, en cada lugar
que al avanzar el cielo deja libre.
El suelo está emparedado de almas
y de mujeres con un sexo hermoso
donde los minúsculos cadáveres
reflejan sus momias.
El
Pesa Nervios
SEGUNDA CARTA
CONYUGAL
Necesito a mi lado una mujer sencilla y equilibrada, y cuya
alma agitada y oscura no alimentara continuamente mi
desesperación. Los últimos tiempos te veía siempre con un
sentimiento de temor e incomodidad. Sé muy bien que tus
inquietudes por mí son a causa de tu amor, pero es tu alma
enferma y malformada como la mía la que exaspera esas
inquietudes y te corrompe la sangre. No quiero seguir viviendo
contigo bajo el miedo.
Agregaré que
además necesito una mujer que sea mía
exclusivamente,
y que pueda encontrar en todo momento en
mi casa. Estoy
aturdido de soledad. Por la noche no puedo
regresar a un
cuarto solo sin tener a mi alcance ninguna de las
comodidades de
la vida. Me hace falta un hogar y lo necesito
enseguida, y una
mujer que se ocupe de mí permanentemente,
incapaz como soy
de ocuparme de nada, que se ocupe
de mí hasta de
lo más insignificante. Una artista como tú tiene
su vida y no
puede hacer otra cosa. Todo lo que te digo es de
una mezquindad
atroz, pero es así. No es preciso siquiera que
esa mujer sea
hermosa, tampoco quiero que tenga una
excesiva
inteligencia, y menos aún que piense demasiado. Con
que se apegue a
mí es suficiente.
Pienso que
sabrás reconocer la enorme franqueza con que
te hablo y
sabrás darme la siguiente prueba de tu
inteligencia:
comprender muy bien que todo lo que te digo
no rebaja en
nada la profunda ternura, y el indeclinable
sentimiento de
amor que te tengo y seguiré teniendo
inalienablemente
por ti, pero ese sentimiento no guarda
ninguna relación
con el devenir corriente de la vida. La vida
es para vivirse.
Son demasiadas las cosas que me unen a ti
para que te pida
que lo nuestro se rompa; sólo te pido que
cambiemos
nuestras relaciones, que cada uno se construya
una vida diferente, pero que no nos desunirá más.
Antoine Marie Joseph Artaud