“Así pasa la vida, como raro espejismo.
Van al pie de Brahacmánicos elefantes reales,
y al sórdido abejeo de un hervor mercurial…”
César
Vallejo
(1892 - 1938)
Los
Heraldos Negros
La Copa Negra
La noche es una copa de mal. Un silbo agudo
del guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler.
Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya te fuiste,
la onda aún es negra y me hace aún arder?
La tierra tiene borde de féretro en la sombra.
Oye, tú, mujerzuela, no vayas a volver.
Mi carne nada, nada
en la copa de sombra que me hace aún doler;
mi carne nada en ella,
como en un pantanoso corazón de mujer.
Ascua astral… He sentido
secos roces de arcilla
sobre mi loto diáfano caer
Ah, mujer! Por ti existe
la carne hecha de instinto. Ah, mujer!
Por eso ¡oh, negro cáliz!
aun cuando ya te fuiste,
me ahogo con el polvo,
y piafan en mis carnes más ganas de beber!
Bajo los Álamos
Para José Garrido
Cual hieráticos bardos
prisioneros,
los álamos de sangre
se han dormido.
Rumian arias de
yerba al sol caído,
las greyes de de Belén
en los oteros.
El anciano pastor, a
los postreros
martirios de la luz,
estremecido,
en sus pascuales
ojos ha cogido
una casta manada de
luceros.
Labrado en orfandad
baja el instante
con rumores de
entierro, al campo orante
y se otoñan de
sombra las esquilas.
Supervive el azul
urdido en hierro,
y en él, amortajadas
las pupilas,
traza su aullido
pastoral un perro.
La voz del espejo
Así pasa la vida, como raro espejismo.
¡La rosa azul que alumbra y da el ser al cardo!
Junto al dogma del fardo
matador, el sofisma del Bien y la Razón!
Se ha cogido, al acaso, lo que rozó la mano;
los perfumes volaron, y entre ellos se ha sentido
el moho que a mitad de la ruta ha crecido
en el manzano seco de la muerta Ilusión.
Así pasa la vida,
con cánticos aleves de agostador bacante.
Yo voy todo azorado, adelante… adelante,
rezongando mi marcha funeral.
Van al pie de Brahacmánicos elefantes reales,
y al sórdido abejeo de un hervor mercurial,
parejas que alzan brindis esculpidos en roca,
y olvidados crepúsculos una cruz en la boca.
Los Heraldos Negros
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si antes ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de Bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos mandan la muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el destino blasfema.
¡Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llaman una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
César Vallejo / Documental