El que puso los dados en mis manos,
vengan por ellos.
Los echaré a rodar, pero hacia arriba.
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Imagen tomada de la web@radiorebelde.icrt.cu |
Waldo Leyva Escritor, poeta,
narrador, ensayista, promotor cultural, profesor universitario, Periodista y
actor. Nacido el 16 de mayo de 1943, en Remates de Ariosa, Remedios, antigua
provincia de Las Villas que ahora pertenece a la provincia de Villa Clara,
cuba. Entre sus títulos destacan: De la
ciudad y sus héroes, (1974); Desde el este de Angola, (1976); Con mucha piel de
gente, (1983); El polvo de los caminos, (1984); Diálogo de uno (1990); El
rasguño de la piedra, (1995); Memoria del porvenir, (1999); El dardo y la
Manzana, (2000); Perdono al porvenir, (2004); Agradezco la noche, (2006); De la
máscara y la voz (2006). Ganador del X Premio Casa América de poesía
americana. y Cuando el cristal no
reproduce el rostro, (2012); Ganadora de la IV edición del Premio
Internacional de Poesía Víctor Valera Mora, 2da
edición, 2012. Venezuela.
Waldo Leyva
Ganador de la IV edición del Premio Internacional
de Poesía Víctor Valera Mora, 2012 Venezuela.
con el Libro:
“Cuando el cristal no reproduce el
rostro”
Cuando
el cristal no reproduce
el rostro
A Margarita
El inocente ojo del antílope
Un tigre salta de la
piedra.
Vuela el ave que
ignora la angustia del vacío.
Ciego es el pez, sus
pupilas es el agua
y muere herido por
el aire.
La lombriz puede ser
reina de la altura
y deshacerse el
árbol
en el vientre
insaciable del insecto.
A la cruz del
comienzo clavado sigue el hombre.
Sangra. Puede ver
aún el rostro de los otros.
Ni Dios, ni ventanas
azules,
ni el inocente ojo
del antílope.
Todo sendero es engañoso
En algún sitio del
pasado extravié la pregunta
Volver ya es
imposible,
las rutas se fueron
borrando
y todo sendero es
engañoso
El futuro es una
región tan frágil,
un espacio ilusorio
por el que puedes pasar
sin darte cuenta, o
detenerte justo en el momento
cuando se cierran
sus puertas invisibles.
De todos modos, si
te permitieran volver,
No te sería dada la
pregunta inicial.
Y si llegaras al
porvenir remoto,
confundirías las
respuestas.
El espacio que
habito
Donde el émbolo tiembla
No puedo
desprenderme de esa punzante sensación de soledad que
Provoca la noche. El
tren se ha detenido y yo a su lado sin una mano que me salve.
Mis ojos están fijos
en el espacio donde el émbolo tiembla. Es mi primer
Recuerdo, mi primera
muerte y resurrección. Bufa el tren. Lo único sólido del
Planeta es el
espacio que ocupan mis pies de cuatro años. Mi madre debe
llorar de nuevo en algún
sitio sin saber que muero. Se marcha el tren. Mis
ojos van y vienen
con el émbolo.
No sé si quiero
hojear en mis recuerdos
En la dorada luz, breve, de octubre
I
Era la luz un juego
de guitarras
y era tu cuerpo
música, desnuda
dormías en la
hierba, qué menuda
barca de sueños,
anclada y sin amarras.
El mar rizaba el
viento. Con sus garras
deshechas en la
costa, sollozaba
como un hombre que
muere. Destrozaba
ese llanto del mar,
pero quien puede
renunciar a ese
sueño que concede
sólo una vez la
vida, y yo soñaba.
II
Nunca supe que el
tiempo se detuvo,
si yo era el tiempo
exacto, detenido;
si existí antes de
verte, sí he vivido
después que ya no
estás. ¿Acaso hubo
una mujer desnuda,
que mantuvo
por un instante
detenido el mundo?
¿Quién puede
responderme? ¿Fue un segundo?
¿Realmente fue un
segundo? ¿Puede acaso
ese puñal tan frágil,
de un zarpazo,
esconder su metal en
lo profundo?
III
En la dorada luz,
breve, de octubre,
cuando el aire es un
sueño, cuando quiere
detenerse la tarde,
cuando muere
hecho un rumor el
verde, cuando cubre
cierto violeta el
mar y se descubre
la música tenaz,
salgo a buscarte;
mi cuerpo es sólo
cuerpo para hallarte,
se deshace en el
viento, se hace tacto
para fundar tu
cuerpo. Tengo un pacto
trazado con la
muerte: hasta encontrarte.
Cuando
el cristal no reproduce
el rostro
Monólogo final
La oscuridad tiene su olor,
mi olor,
y ese otro perfume
que nace de la piel
cuando se junta nuestros cuerpos.
Cierra los ojos.
Toca mi cara.
Tus dedos borraran la sombra,
no importa que sea de noche,
no importa que desconozcas
el rostro que tendré al amanecer.
Cada segundo puede ser toda la vida.
Mañana mi piel estará seca,
o deshecha en el aire,
o será un verde germinal,
un rojo efímero;
pero ahora las yemas de tus dedos
tienen toda la luz.
Perdono al porvenir.
Las trampas que he tendido
tiene la misma inocencia
del juego de la alquimia
para el hombre no existe otro destino
que el manantial inédito.
Toca mi rostro,
sálvalo en la memoria de tus manos.
Nota:
Los textos fueron extraídos de la
antología poética “Cuando el cristal no reproduce el rostro”, del poeta cubano
Waldo Leyva. Antología ganadora de la IV
edición del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora. Libro editado
por la Fundación Centro de estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg). 2da
edición, 2012 Venezuela. Vídeo bajado del portal Youtube.com.