27 de mayo de 2015 | By: Leonardo García.

José Pérez

Hizo un reino en su mirada
y en las dalias del jardín
luego montó un viejo auto
y se alejó en el camino


José Pérez
(Anzoátegui, 1966)


Nació en El Tigre, estado Anzoátegui, Venezuela, el 15 de mayo de 1966. Reside en la isla de Margarita. Licenciado en Letras. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, España (2011). Desde 1991 se desempeña como Profesor Asociado de la Universidad de Oriente Núcleo de Nueva Esparta en el área de Lingüística. Pertenece a la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Entre sus Obras destacan: Jardín del tiempo (Cuentos, 1991); Por la Mar de Luís Castro (Ensayo, 1995); Como ojo de pez (Poesía, 2006); Fombona, rugido de tigre (Novela, 2007) y Cosmovisión del Somari (Ensayo, 2011 y 2013).


Dos Poemas Inéditos


LA CASA DE LUIS ALBERTO


Frente al sol de Carora posa sus patas blancas
el inquieto caballo que pisa sobre esta tierra

Lo traje sobre la cal, el yerbajo y la resolana
porque mi padre es jinete en el bellaco misterio
                                               lo mismo que del ventalle

Su hocico raspa el cartón de la bosta del costado
—donde el desierto hizo la costilla de esta casa—
comiendo tierra curtida en medio de la pared

Una tórtola de estrella vigila su mansura
antes de irse a las nubes
mientras el niño que fui lo monta en esta miraba

—En alguna parte del patio el rastro de la lagartija
es araña perdida  en las hojas del verano—

Los paisanos de mi padre andan siempre con bastón
y mi caballo acaricia el sombrero de las sombras

Es que algún árbol cobija su pelambre como el oro

Tal vez un viejo lucero le quiso despertar
pero la casa está lejos en el fondo de sus huellas

La biblioteca de Chío ha dejado cosas aquí. Son los gestos solidarios
para leer y esperar.
Los cambures maduraron cuando todos se habían ido
y ese árbol naranjo es rajadura también

Los periódicos y los gallos se despiertan al amanecer
porque la palabra salva a destajo la pobrecía
           
Nuestra mirada fue triste sobre los platos vacíos
       Tantos golpes donde duele la palabra del más pobre
              Tanta dulzura brilla donde la humildad más serena

Las abuelas ya murieron y algunas tías ya no están
son compañeras las tunas, las espinas y la brisa
igual que aquella ventana donde pasaron los trenes

¿Qué se hicieron las chácharas junto con las bicicletas
junto a la hamaca tejida de los sueños y las vigilias?

Si alguien se alejó de allí es tripa de gavilán
serpiente negra en el hoyo si lo consumió el petróleo

Los cueros de estos asientos son el lomo de una cabra
la misma que nos dio leche y su queso íngrimo y puro
Una cadena salvaje insalvable en la intemperie

Nuestra casa es otra casa como la Casa Herrera
                     (Esa misma que la lluvia se comió como a un pan)
Viene Pío Alvarado con la música y el gamelote
y viene Pío Tamayo despertando los combates
—Antonio Crespo mi padre también se viene en un diario—

Cuando a todos los veo ya la casa es como el polvo
tan parecidos que son a la magia de un gran sol

El silencio de mi caballo es como una palabra fresca
tanto como mi abuela Flor de María Meléndez de Crespo
 La de la tasa del té
la copa imposible del vino
y el almuerzo que inventamos

Nuestra casa de Carora es como un caracol
le damos y le damos vueltas por donde va la memoria
y ella se habita sola como una luna lejana

Desde este solar íngrimo hemos contemplado todo
lo hirsuto y el matorral
            las penumbras y quebradas
la gota fundadora del inmenso Orinoco
la infinita grandeza de mi país de cal

Somos estirpe de crónicas y estirpe de mil vigilias

 hermanos del piedemonte y las calcetas en sed
de la porfía del joropo y del punto del navegante
del sentimiento apureño, la hazaña de Florentino
del violín montaraz del andino y mis paisanos

Todo lo suma un nombre como la espina en la tarde
y una gloria en la herida que restituye los sueños
como la calle San Juan y mi caballo de palo
acaso el caujaro blanco y la casa de nacer
como el desierto de Quíbor sobre una mula prestada
o el valle de Tintorero y la piedra gris de Saroche.

Como un hijo del zarzal
que en lo lejano bendice
extraño la cañabrava que cobijaba los techos
 y sus músculos de adobe con paredes de guijarros
donde también habitó el abuelo y el periodista
don José Herrera Oropeza, un liberal de cacha
eterno como la abuela, la buena Josefa Antonia

A mi querida Margot cómo no abrirle la puerta
si de su vientre vengo como si hoy amaneciera
ella que anduvo en los patios y solares de la iglesia
con la mirada remota como mirando a los ángeles
¿Acaso sus siete hermanos todos mis tíos y mis tías
comparten habitaciones en la casa de la luna?
¿Por qué se les olvidó su ceniza en el cementerio
con la tórtola en la umbría de algún ramaje señero?
¿Cómo debo nombrarte madre si estás tan lejos
que ni siquiera te encuentro en la rendija del parabán?

Cuando mi madre durmió para siempre en esta casa
me alisté por un camino que me llevara hasta el monte
hasta el ojo del caballo y el agua sin conocer
porque seguro ella canta junto al ave de mis cuitas

Por eso cuando yo escribo no me he ido ni regreso
es que vivo en el resplandor de todita mi gran familia

celador de los espíritus  y del torreón de la iglesia

 del ventalle y la canícula de aquella casa querida
escondido como el niño en las maporas de la plaza

Si  un día decido salir por esa puerta encantada
será con el resplandor de sus humildes recuerdos.




LA CASA DE PALOMARES

                       
El gran poeta Ramón hizo un páramo a su merced
     Le pintó rosas azules para estrenar los cielos
     Le puso una cascada que no para de llover

Metió libros y aloe al fondo de la vivienda
adornada de tulipanes y unas moras enormes

Todo lo hizo a mano
los árboles
el río
la diminuta colina

Pasó las noches enteras tomándose el café
el vino de la bodega y los versos más sublimes
                        Ah Virgilio Ah Garcilaso
                        Ah Píndaro Ah Homero

Invitó pájaros mansos a desayunar en su mano
y una risa feliz bajó hacia todos los campos
—Buenos días paisano, le dijeron tan sonrientes
y al regresar por la tarde sus sacos estaban llenos

Una pequeña sala prestó su madera cruda
para verle descansar

Trajo una dama feliz para cantarle arrullos
para plantar trinitarias
y otras matas tan bonitas
y díjole mi luna, mi llama viva
—Mi María Eugenia.

Hizo un reino en su mirada y en las dalias del jardín
luego montó un viejo auto y se alejó en el camino
que llega hasta lo remoto

Se le miró como a un pájaro metido entre las nubes
en medio de La Culata                     
donde el Hotel Valle Grande

Por allá miraba hacia Escuque
ah noble su  reina Icaque
y dejó las cuitas de Humboldt en tan alegre provincia

Un tigre, una mapanar y unos granos de maíz
se adueñaron de la tierra hacia los valles tendidos

Todo creció en el rocío y hasta los hijos crecieron
—Tú Gonzalo  Tú Leticia
y antes tú mi María Polimnia
y después tú Laurencio José
Sos la huella bendita de todos mis paraísos

Buscó barcos desde las cúspides con el ojo del gavilán
a lo lejos los mayas prendieron velas de cera
Buscó ostras en la mar para adornar los altares
y pudo calmar pesares ocultos en la maleza

Todo fue luz y esplendor cuando la casa dormía
si alguna luz se apagó fue cuando se quedó sola
Un cocuyo florecía a ratos entre la penumbra
porque ninguna estrella deja de estar ausente
Cuando cerró las alcobas y los gallos cantaron
había otro paraíso
completamente rendido
en las plantas de sus pies.

Todo un mundo se ha juntado para la bienaventuranza
tiernas las aguas del Chama son un canto en do menor
arriba el río Albarregas es fría caricia en la piedra
como si algo de Pan de Azúcar y la soledad de los ángeles
cayera de pronto en el pétalo que muda el atardecer

Tantas sílabas tiene un recuerdo en mitad del alma
ojos de colibrí
praderas del Sur
la mano en el barro y la bruma en lo hondo

—El origen de mi tierra es ´Lugar de plumas´ —díjose
    Acaso un patiecito para desyerbar, Juan León

Para todos los amigos que me fueron visitando
doy como pan esta luna
Para los que ya no están es la vela de las ánimas
Todos sus cantos me pertenecen y voy saliendo a sembrar
que cuando alguien regrese tan sólo consiga paz
y la casa de Ramón, que es mi casa para ustedes,
tenga el manto colorido de todas las guacamayas

Ya el sol no dirá que no
aquí nadie estará solito
Hasta la puerta me llevo y entrego este mundo abierto
hecho de los corazones de todas las mañanitas.
—Pásate adelante paisano.
    Venite hasta aquí conmigo.


José, entre Amigos.


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