14 de octubre de 2014 | By: Leonardo García.

Alexis Berra

“Todos se abrazaban
cubriendo sus cuerpos,
para protegerse del frío
o quizás del miedo”.




Alexis Berra

(Anzoátegui - Venezuela)
 Escritor, Artista Plástico, Poeta y Ensayista.
Nacido en Puerto la Cruz, 1951.




Los Niños de la Calle


En una noche de invierno,
tendido en mi lecho
y cerrando mis ojos
para el descanso de mi cuerpo.

Vi la imagen famélica
de un niño triste,
que sigilosamente
 se sentaba en mi pecho.

Sus manos temblorosas
se extendían hacia el cielo,
como suplicándole a alguien,
que lo rescatara pronto
de aquel mundo tan perverso.

El niño estaba llorando...
Y en aquel patético momento,
todas la fibras de mi ser
se iban estremeciendo.

Él me miró a los ojos,
como buscando en mi alma
la esencia misma
de un noble sentimiento.

Me señaló las calles
donde Jugueteaba el viento,
y la lluvia cristalina
caía con brutal estruendo.

Y allí    en los rincones
de un inmenso pueblo
habían otros niños
tirados en el duro suelo.

Algunos dormían,
otros estaban despiertos,
y sostenían en sus manos
envases con un pegamento,
que olían con gran desespero.

Sus ojos se extraviaban
perdidos en el tiempo,
como buscando imágenes
de otro mundo nuevo.

Sus rostros demacrados,
con surcos de sufrimientos.
los cuerpos desnutridos,
sucios y harapientos.

Ellos se balanceaban
como árboles endebles,
árboles cansados
estremecidos por viento.
“Hijos de nadie”.
Errantes sin destino cierto.
 Parecían fantasmas
en un invernadero.

Todos se abrazaban
cubriendo sus cuerpos,
para protegerse del frío
o quizás del miedo.
Miedo a la miseria
en que estaban viviendo,
y a un futuro negro
para ellos incierto.

Sí... a un futuro incierto,
por ser niños abandonados
igual que desperdicios
sobre la podredumbre
de algún basurero.

¡No pude soportarlo!
Se agitó mi pecho,
se corto mi aliento
y desperté llorando
con gran sentimiento.

¡Salté de mi lecho!
Mis piernas temblaron,
y solté un grito largo 
que se hizo eco.
Que se hizo eco
y se perdió entre sombras,
de esa fría noche
de espantoso invierno.

¡Dios mío! , ilumínanos ahora,
para que rescatemos pronto;
a todos esos niños pobres
que deambulan en las calles.

De esas intrincadas calles
que son para ellos
como caminos de fuego.
Caminos sombríos
que los conducen directo…
a las fauces candentes
del mismísimo infierno.