21 de agosto de 2015 | By: Leonardo García.

Gabriel Jiménez Emán X

“Los días se agrupan en el solárium como rajaduras
/cegadoras,
de súbito abiertas al asombro de las noches y días,
rodando por los desfiladeros del mundo”.

Gabriel Jiménez Emán

(Caracas, 1950)



Gabriel Jiménez Emán nació en Caracas en 1950.  Narrador, poeta y ensayista, actividades que complementa con su labor editorial y antológica. Entre sus libros de relatos se cuentan: Los dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973), Saltos sobre la soga (Monte Ávila, 1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (Fundarte, 1980), Relatos de otro mundo (1988), Tramas imaginarias (Monte Ávila, 1990), Biografías grotescas (Memorias de Altagracia, 1997),  La gran jaqueca y otros cuentos crueles (Imaginaria, 2002), El hombre de los pies perdidos (Thule, España, 2005), La taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005) Había una vez…101 fábulas posmodernas (Alfaguara, 2009), Divertimentos mínimos. 100 textos escogidos con pinza (La Parada Creativa, Barquisimeto, 2011) y Consuelo para moribundos y otros microrrelatos (Rótulo Ediciones, San Felipe, Yaracuy, 2012).
En el campo novelístico es autor de La isla del otro (Monte Ávila, 1979), Una fiesta memorable (Planeta, 1991), Mercurial (Planeta, 1994), Sueños y guerras del Mariscal (Comala, 2001; Ediciones B, Bruguera, 2007), Paisaje con ángel caído (Imaginaria, 2004), Averno (El Perro y la Rana, 2007) y Hombre mirando al sur. Tributo al jazz (Imaginaria, 2014).
 Como poeta es autor de los libros Materias de sombra (Premio Monte Ávila de Poesía, 1983), Narración del doble (Fundarte, 1978), Baladas profanas (La oruga luminosa, 1993), Proso estos versos (Círculo de Escritores de Cojedes, 1998), Historias de Nairamá (Fondo Editorial del Caribe, 2007), Balada del bohemio místico. Obra poética 1973-2006 (Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 2010) y Solárium (Casa de las Letras Andrés Bello, 2015). 


Solárium
(2015)

La casa de las palabras
A Celsa


1

en la casa
de las palabras
hay un nadie que murmura
sílabas sedosas
intenta pronunciarlas
en las pausas del ocaso
las sílabas huyen de la voz
se internan en precipicios abandonados
se posan en matas y pétalos tristes
que les dejan caer en la ciénaga muda
luego rebotan hacia el techo
de la casa
para posarse en la garganta
de una mujer esperando


4

me quedé parado
como un árbol
contemplando el camino
marcado por tus piernas
en el anochecer que andaba
hacia delante y hacia atrás
como aquel cangrejo de concha azul
que tocaba el violín
con su tenaza blanca
y con la otra saludaba
las diminutas presencias ocultas
entre los corales caracoles y conchas
saltando entre las olas
de la playa
luego me fui a hundirme
en tu ostra dulce
donde nadé toda la madrugada
para donarle un sentido
al paisaje



6

tantos amigos se fueron antes
se marcharon sin avisar
como animales cautelosos como tímidos niños
nos dejaron trozos de escarabajos morados
para jugar en los mediodías arrugados
donde el sol chorrea su luz por las tejas
y el patio de los limones duerme en el regazo de la
/grama
por la noche
trozos de vela y espermas encendidas nos saludan
para iluminar la soledumbre



7

qué tierra es ésta que nos deja
ahítos y solos
en un convento del desierto
donde los frailes han huido
hacia los abismos de arena
con sus biblias aporreadas
las mujeres pasan
hacia ninguna parte
con oraciones mudas entre los dientes
mulas locas patean el viento
chivos sin ojos se beben la brisa
allí vamos todos a perdonar a Dios
por habernos traído aquí
sin nuestro permiso




SOLÁRIUM


Cae el rayo sobre la tierra, sobre el pavimento reseco,
el cielo se despierta de sí, cuaja su azul como una
/mermelada entre palmeras,
se va abriendo paso entre el follaje de colinas y
/alborotando pájaros,
lagunas, iguanas, ríos descabellados, aves migratorias.
Se ensaña el sol en derretir cualquier presencia, destellar
en los espejos de agua, produce el parpadear imposible
/de las culebras, imanta con su amarillo las cuerdas
/vocales del turpial,
y al caer en el mar revuelve las olas con sus manos,
busca los ojos del pez para volverlos tornasol,
saca chispas de los mástiles de los barcos,
inunda con su saliva de oro el átomo de los metales,
se introduce poco a poco en el maderamen de la materia
/viviente
para hacerla crujir adentro, en su fibra última,
en el dialogo que tiene con sus semejantes vivientes,
llámense hojas, llámense piedras o palos,
flor, cauce, ulular de vientos.
El sol dilata la pupila del caballo y las ubres de la vaca,
despierta a los asnos al borde de los precipicios,
alborota a los insectos que se cuelan por los intersticios
/terrosos,
resguarda a las hormigas y a las larvas que se cocinan en
/el caldero de la mañana, y les ofrece alas.
Por la tarde sale a vigilar huertos y fincas,
los árboles despiertan con cada aletazo del follaje,
con cada rebote en la materia,
con cada cuchillazo que clava en el corazón de la tarde.
Ahí va el astro rey a asumir su imperio,
a apoderarse de su reino antes de que llegue la noche,
la sombra que arropa lentamente la tarde para volverla
/tiniebla.
Todavía el sol reposa en su cama de nubes pegajosas,
nubes que se adhieren a su piel de leopardo,
a su ojo ciego que parpadea en la penumbra
y quiere ver más allá, penetra con su pupila enorme
el centro de lo desconocido y ahí descubre tantas cosas,
tantos enigmas solitarios.
La tierra del solárium se abona para la visita del alba,
al mediodía cae como una navaja depredadora sobre el
/ecuador,
inventa el verano y el sudor de la canícula,
mata de sed a los animales en el llano y la pampa,
quema y reseca los arbustos y los convierte en charcos,
en ciénagas nauseabundas que tragan pantanos y pozos,
ejecuta esqueletos de animales muertos hasta calcinarlos
y volverlos amasijos de moscas que luego se vuelven
/cenizas,
que son sopladas por el viento hasta convertirse en
/paisaje,
incorporadas al aliento de las bestias,
de caballos que bufan bajo la fusta de los jinetes
y éstos las arrean a corrales o al borde de los ríos para
/que beban agua,
sorban el néctar cristalino antes de ser sacrificadas,
y luego esa carne desangrada y tierna se abra con sal
/gruesa atravesada
por varas de madera, carne suculenta color crepúsculo
que va a dar a la boca de humanos que la esperan para
/saciar su hambre
y recobrar la fuerza que le donarán al espacio, al campo
/abierto,
al celofán de la amargura, a la dicha de existir sin
/saberlo.
El sol se ha metido en cada válvula del paisaje,
en cada forma viviente para transfigurarla,
para hacerla brillar desde su potencia sagrada.
El solárium regado por el espacio iluminado,
el trópico atravesado por sus diminutas hojillas
que hieren la piel del firmamento, y se quedan allí
/sembradas
para decirnos lo que somos o fuimos,
lo que deseamos ser, aquello que buscamos a la vuelta
/de los cielos,
al otro lado del amarillo que ruge para volverse
/llamarada,
fiesta de incendio, devastación maravillada de todo lo
/existente.
Los días se agrupan en el solárium como rajaduras
/cegadoras,
de súbito abiertas al asombro de las noches y días,
rodando por los desfiladeros del mundo.


Portada del Libro Solárium, 2015.
Gabriel Jiménez Emán.
Casa Nacional de las Letras Andrés Bello.